¡Hola amigoneja/o! Esta entrada de hoy es un poco más personal pero seguro que me entiendes en lo que vengo a contarte. Quiero hablar de la culpa.

Como mamineja he tenido muchos momentos de sentimiento de culpa grande, pero te voy a contar solo unos cuantos…

Cuando era una mamineja inexperta

Creo que la primera fue en las primeras semanas de Mico en casa, por aquel entonces dormía en jaula y cada noche mordía los barrotes. Los mordía mucho, tanto que se hacía imposible dormir. Nos preocupábamos por él porque no sabíamos si le pasaba algo o si simplemente quería salir, así que -entendiendo que era la segunda opción- intentábamos corregirle para que, sobre todo, no se agobiara. Así que cuando mordía la jaula insistentemente le decíamos «¡no!» y lo retirábamos. Esto lo repetíamos siempre que podíamos y un día, al hacerlo, Mico se asustó -imaginamos- e hizo un pipí muy pequeño. ¿Pasó algo malo? No ¿Me sentí mal? Fatal. ¿Cambié algo? Sí.

Cuando castraron a Mico

El día que lo dejamos en el veterinario para castrar, salí a la calle y automáticamente me puse a llorar. Mi pequeño con desconocidos, no podía parar de pensar en eso, en que se iba a asustar. ¿Y si le pasaba algo y yo no estaba ahí? Sabía que estaba en buenas manos, sabía que la probabilidad estaba de mi lado y que casi con total seguridad todo iría bien pero además de estar muerta de miedo, me sentía culpable por dejarle allí solito. ¿Pasó algo malo? No. Si hubiera pasado, ¿habría sido por mi culpa? Tampoco. Pero me sentí fatal hasta que volví a ver a mi bolita peluda.

Cuando Lala perdió una uña

Hace poco Lala se rompió una uña.

Cuando llegamos al veterinario -a ponerles la vacuna- nos dimos cuenta que lo que había en el transportín era una uña, de mi gordita. Por favor, ¡qué mal rato!, ¿qué le había pasado? En seguida pensé que había sido porque cuando la cogí para meterla en el transportín se revolvió y cayó mal justo cuando la estaba bajando ya al suelo para que se tranquilizara. Me sentí una muy mala mamineja, ¿cómo podía mi pequeña huir de mí? Pasé un día apesadumbrada, había perdido una uña por mi culpa…Aunque la veterinaria me dijo que no pasaba absolutamente nada, ni siquiera había sangrado apenas, así que solo tendría un poco de dolor durante un rato..a pesar de decírmelo yo me sentía fatal. Horas más tarde caímos en que no había sido por eso, se había enganchado al saltar…no había sido mi culpa, así que seguramente ya le dolía cuando la cogí y por eso no quería estar en brazos (tampoco es que le guste mucho normalmente..). Mi pequeña sin uñita, pobre.

Y siempre la maldita culpa…

Siempre aparece la palabra culpa, ¿verdad? Vivimos en una sociedad en la que está muy presente, el concepto está muy vivo. Vamos a cambiarla por responsabilidad: podemos ser responsables de alguna situación, pero no tenemos porqué ser culpables. Cuando haces todo lo necesario para su bienestar, cuando le ofreces lo mejor, te informas de sus necesidades y le proporcionas vías de prevención de enfermedades. Cuando le tratas como a alguien de tu familia, entonces eres una buena mamineja o un buen papinejo. A veces pasan cosas, a veces nos equivocamos, erramos o nos olvidamos de algo. Somos human@s.

Mi mensaje hoy es que no te mortifiques, vivir con un conejo significa que vas a entregar tu corazón a una bolita de pelo. Tienes que hacerlo, si no lo haces así nunca disfrutarás de todo lo que puede darte y sobre todo, te perderás un amor que no conocerás de ninguna otra manera. Cuando entregas tu amor normalmente va acompañado de un sentimiento de responsabilidad y protección, no lo confundas con la culpa. A veces las maminejas somos un poco paranoicas y vemos cosas horribles donde no las hay, ésto a veces nos hace darnos cuenta de detalles que quizá nos lleven a dar una señal de alerta al veterinario y en algunos casos, de mejorar la salud de nuestro conejito. Así que relativiza, ¿podrías haberlo hecho mejor?

Yo aprendí que la jaula era una porquería, entendí que cuando lo llevas al veterinario a que lo castren lo normal es que lo pases mal porque no controlas la situación y también aprendí a que tengo que tener cuidado con las cosas en las que puede engancharse al saltar.

Hola, me llamo Rocío y a veces me equivoco, pero siempre aprendo.

#ClubdelasBuenasMaminejas

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